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A mediados del s. XIX las “Casas de baño” constituían todo un clásico en las grandes urbes que, como Madrid, acogían a cientos de nuevos habitantes en condiciones de habitabilidad inadecuadas.  Demasiado alta la mortalidad potenciada por la pobreza, el hacinamiento y las enfermedades sociales. ¿El objetivo de estos locales? Paliar la falta de servicio de la mayoría de las viviendas de la época.

Parte de su éxito se lo deben a las corrientes higienistas que las popularizaron con una intensa labor de difusión. Lógico: los hogares con sus añejos “escusados comunales” no eran precisamente un referente de higiene personal, de modo que el uso de las casas de baños era continuo, sobre todo en verano.

¡Al fin ducha en casa! Con el tiempo se fueron superando estos inconvenientes. Pero… ¿Qué hay de los que no tienen casa? Actualmente solo hay dos casas de baño funcionando como tal en la capital (Embajadores y Tetuán).

Al parecer todo está bajo control. Para las personas sin hogar existen casas de baño públicas, remodeladas, con mármol y agua caliente. Un panel en el control central activa cada cabina, desde ese momento y por el módico precio de 0,50€, una persona sin hogar, después de haberse desplazado desde cualquier banco o cajero de la ciudad (también pagando), disfrutará de 20 minutos de agua caliente. Sin toallas, ni productos de higiene. Todo bastante lógico (permítanme la ironía).

Sigo indagando. Aún quedan cosas que me sorprenderán. Resulta que, en 2012, esas misma casas de baño (¡sin remodelar!), para los mismos usuarios y desigualmente distribuidas tenían un precio de  0,15€. Lógica inversa en la que quien menos tiene menos recibe. En muchos casos 15 céntimos puede suponer un gasto elevado para una persona sin hogar que quiera ducharse a diario, como hacemos habitualmente las personas con recursos.

En un año, como si de la caja del Principito se tratara, se inventan un ¡subidón, subidón del 223%! Justo cuando se agravan las consecuencias de una crisis financiera que segmenta e incrementa la división entre las clases sociales más extremas y fusiona, en algunos casos, a la clase media con la baja, ha sido el momento propicio para el sablazo.

Según los datos del INE en ese mismo año, aumentó en más de un 97% la cifra de personas sin hogar sin ningún tipo de ingresos, ni siquiera prestaciones o ayudas estatales. Permítanme cuestionar la planificación de quien define el precio de éstos servicios, pero no presupuesta los gastos posteriores en recursos de sanidad pública destinados a tratar enfermedades comunes y fácilmente detectables y previsibles.

El ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad presentaba a votación al consejo de ministros una Estrategia Nacional Integral para Personas sin Hogar, en el informe se describe como ha aumentado la inversión estatal en servicios para este colectivo. Un aumento cuestionable, ya que se incrementa la partida presupuestaria para algunos recursos y servicios a la par que se disminuye o estanca en otros, dependiendo de qué y de dónde. Y que luego me digan que no pueden regalar un baño diario… y sin cronómetros ¡Por favor!

Primero desplazarse de punta a punta de la ciudad, cobrar unos minutos de agua caliente con un aumento del 223% en tres años, sin productos de higiene (que ya podrían estar incluidos en el precio) y, además, con unas palmaditas en la espalda y mucho cariño, se le invita amablemente con una orden silenciosa: ¡Aprovecha que son 20 minutos!

Como asociación nos pusimos en contacto con una de las dos casas de baños existentes en Madrid, movidos por la preocupación respecto a la higiene de algunos amigos que viven en la calle:  – ¿Existe la posibilidad de reducir el coste de la unidad para comprar bonos mensuales de obsequio para personas sin hogar? Nos encontramos con un amabilísimo pero rotundo no como toda respuesta.

¿Te vale? A mí no. Se esgrimirá como excusa para no extender y multiplicar las localizaciones del recurso, el hecho de que los baños públicos cubren perfectamente el número de consumo diario. ¿Pero cómo no? Si una persona sin hogar, que a veces no llega a los 400€/mes de prestación del estado, tendrá que pensárselo tres veces antes de acudir, quizás hasta echarlo a cara o cruz. A pesar de los estigmas, la mayoría de las personas sin hogar, según fuentes de estos centros, acuden a diario a su cita con la higiene. A pesar de que esto les suponga solucionar un día más el interrogante de cada mañana…: ¿Hoy ducha o café?

Y.D.F.

Author Jessica Beirao

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