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J. es un amigo que conozco del trabajo a pie de calle. Estando en el local de Acción Humanitatis, un día tras un café y hablando de su actual situación frente a la búsqueda de empleo me dijo: Yo ya he hecho mucho, mucho… ya no hago nada para no fallar más. Enseguida me vino un concepto que fijé con especial interés durante la carrera. Ese mismo día, en casa y resumiendo el texto me dije, intentaré no desarrollar nunca, este comportamiento destructivo. Indefensión aprendida, un gran tema.

En los años 70, Seligman desarrollaba una propuesta tras varios experimentos, la llamó: “Teoría de la indefensión aprendida” que, en principio, se utilizó para describir ciertos comportamientos animales frente a situaciones de incontrolabilidad, pero que luego se extrapoló resultados a humanos con válidas analogías y coincidencias. El macabro experimento: Una jaula cerrada, unos perros y una dosis inalterable de descarga eléctrica para una parte de la muestra. ¿Qué pasó además de maltratar a los pobres animales? Se dió cuenta de que aquellos que no podían evitar la corriente, reproducían ante las pocas expectativas de escapar, una indefensión adquirida que avocaba a la inacción o pérdida de toda respuesta de afrontamiento, sin evasión incluso después de ver nuevamente la jaula abierta.

Por otra parte, Brehn habla de reactancia (reacción/comportamiento contrario a la indefensión), expone que cuando se amenaza la libertad de una persona para llevar a cabo una determinada conducta, la persona experimenta activación motivacional (reactancia) que le lleva a la poner medios para la restauración de su libertad de acción. Para esto hemos de conocer y estar dispuestos a explorar nuestra capacidad latente de superación y adaptación. Se ha de poseer unos niveles adecuados de autovaloración y confianza propia.

Sencillo: la reactancia estaría relacionada directa y proporcionalmente con la respuesta de superación de la realidad concreta incontrolada. Depende mucho del locus de control: donde, por y cómo crees que suceden las situaciones a tu alrededor, sus desencadenantes, causas y consecuencias, si crees que eres quien dirige el recorrido, que las situaciones no te arrastran. Un tema que bien podemos casar con los estilos atribucionales, una novedosa perspectiva que en los años 80 rejuveneció con nuevos planteamientos y resultados: la teoría de Seligman.

La propuesta aseguraba que los efectos de la indefensión podían ser más o menos severos, dependiendo del estilo atribucional desarrollado por el individuo en relación con las causas atribuibles a la no contingencia. Básicamente viene a decir que la indefensión tiene mayores o menores consecuencias para el desarrollo de la vida normal de un individuo, dependiendo del propio sistema de creencia acerca de la pasividad/actividad relacionada con los resultados para redirigir una determinada situación adversa.

Si crees que las cosas pasan por factores estables y globales, tenderás a desarrollar más indefensión que si crees que las variables que te condicionan son de naturaleza transitoria, inestable y que no condicionan la totalidad de tu vida, sino la parte concreta/específica a la que atañe. Esto permite no contaminar la respuesta de indefensión a otras esferas. Resulta de la percepción que experimentes respecto a la estabilidad y la especificidad de las variables que te condicionan, junto a la importancia directiva para el comportamiento de tu locus de control. La interacción reactiva entre estos, explicaría diferentes síntomas y grados de indefensión/reactancia en diferentes personas ante una misma situación. 

Dicho esto, y por lo que a mí me toca digo: He escuchado miles de veces frases como ¡Si no buscan trabajo es porque no quieren! ¡Drogadictos y vividores que no quieren hacer nada! A los directivos de un banco de alimentos escuché: ¡Estáis alimentando a vagos! Refiriéndose de nuestro trabajo semanal compartiendo alimentos con personas sin hogar.

Afirmaciones como estas, ya por el hecho de generalizar son absurdas y reflejan poca individualización de la propia conciencia social. Por cierto, aprovecho para informar: en los últimos sondeos oficiales aumenta en un 27% en España las personas sin hogar que no consumen nunca alcohol. Una estadística desestigmatizadora sin duda.

¿Y qué cuando todo el sistema y entramado de situaciones te encierra en tu propia jaula y sin salida, con descargas que te apartan y laceran sobre ti estigmas sociales? Solo un ejemplo: el número de profesionales en situación de sinhogarismo aumenta y el 40% de las personas sin hogar no duermen a la sombra de los recursos sino al raso o cobijado en algún rincón. Si no pueden mantener su higiene total, porque es más el gasto real que la prestación que recibe, si llegas a una entrevista de trabajo diciendo que vives en la Plaza Mayor de tu ciudad entre cartones y no te cogen una y otra vez, si tu salud psicológica se afecta y tu autoestima mengua, si se acumulan los hechos traumáticos y las pocas posibilidades de salir, si al final te llegas a creer que eres un sin hogar, que esa es tu esencia… ¿Qué pasaría?

La indefensión aprendida no se limita al colectivo de personas sin hogar, es un comportamiento que se repite en los seres humanos a diario, en muchísimos hogares fuera de lo que definimos como zona de exclusión. Un proceso complejo que puede atenuarse o recrudecerse por factores medio-ambientales, situacionales, biológicos, patológicos y hasta bioquímicos (cuando hablamos de patologías mentales hereditarias).

Está claro que, en el contexto de calle más si cabe, incluso en un recurso (que dista mucho de ser hogar) puedas sentirte el perro de Seligman, arrinconado en el ángulo más oscuro de tus sensaciones, percepciones y pensamientos. Porcentualmente he visto más personas indefensas ante un globo social que les oprime y les distancia de la participación en la ciudadanía que propiamente vagos. Hablas, le miras a los ojos y adviertes, tanta frustración, adjudicación injusta y personal de culpas, tan asumida la condición y puesto que ocupan para la sociedad: tanta indefensión aprendida, que llegas a suspirar por el día de la reactancia. Viajar de un polo a otro en esta dirección suele ser más complicado. Es un proceso lento de recuperación que muchas veces se ve amenazado por mecanismos de defensa como la evitación y el fantasma del abandono.

Requiere esfuerzo, entrenamiento, seguimiento y tener la cabeza centrada en nuestro objetivo. En el caso de nuestra organización, pasa por un acercamiento profesional y en cuanto personas iguales, que comparten sus experiencias vitales y por tanto sus soluciones.  Es punto cero, para mirar más allá de la apariencia y del laberinto en el que pueden encontrarse, dar pistas de salida. Las pistas fiables pueden contribuir favorablemente al crecimiento de la autoconfianza y la autoestima, a rengancharse al carro de los que saben que pueden hacer algo para mejorar su realidad. A su vez factores claves de cualquier proceso de reinserción social, porque afectan a la percepción psicológica global que estructura la persona de sí misma.

Tres consejos

  1. Tomate tiempo para digerir una situación adversa. Abstraerse puede ayudarte a comprender las cosas con perspectiva.
  2. Piensa siempre que cada situación ocurre por condicionantes diferentes (aunque a veces puedan coincidir) algunos pueden modificarse a nuestro favor con esfuerzo.
  3.  Debemos tener siempre presente que cualquier momento es el de empezar, el de arrancar y reinventarse.  Pocas situaciones sociales son irreversibles.

La certeza de no participación en el curso de los sucesos vitales para la vida de la persona muchas veces supone un punto de ruptura con la contingencia, un sistema cíclico de frustración que pueden ser agravadas con patologías y trastornos sociales y psicológicos que disminuye la probabilidad de éxito. A veces podemos hasta llegar a contagiarnos de ese derrotismo y no tenemos claro, que las riendas y el timón pertenecen a una persona con más potencialidades propias de las que conozco, de las que me puede/quiere mostrar, incluso más de las se reconoce y adjudica.

Como profesionales nos cansamos ante tanta indefensión, ante ella desarrollamos la nuestra, una indefensión profesional que obvia la capacidad que tiene el ser humano para resurgir y restructurar su campo. Hacerles caer en la cuenta de algo vital sin creérnoslo supera el límite de errores que podemos permitirnos como profesionales del tercer sector. Es vital cambiar el pronóstico reservado y pesimista por un interés que aumenta y planifica descubrir aquellos puntos de interés y reconexión con la vida social y participativa de la vida de las personas con las que trabajamos.  Sí o sí tienes que creértelo. Algún día vendrá la respuesta reactante, mientras, la solución para aumentar la eficiencia técnica de nuestro trabajo profesional es vencer los fantasmas de nuestra propia indefensión ADF. 

Author Jessica Beirao

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