Las personas sin hogar no son atendidas como titulares de plenos derechos por los estados, estas personas ven violados sus derechos de forma sistemática como: salud, acceso a la información, acceso a la cultura, hidratación, la libre circulación…
Su existencia en el espacio público se ve criminalizada y en muchos lugares son multados, expulsados de los centros de las ciudades hacia las afueras, con el único fin de «no hacer feo al turista» o por las fiestas de turno. Es un atentado contra la dignidad de cada individuo, mermada ya por la violencia estructural, de convivencia, que implica el propio fenómeno del sinhogarismo junto a un fracaso en el modelo social y de convivencia.
- Derecho a integridad física y moral.
- Derecho a la libertad de residencia y circulación (libre circulación).
- Derecho a la intimidad personal.
- Derecho a la educación.
- Derecho a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades.
- Derecho de acceso a la cultura.
- Derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada.
Según el artículo 9 de la declaración sobre el derecho y el deber de los individuos, los grupos y las instituciones de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales universalmente reconocidos, «toda persona tiene derecho, individual o colectivamente, a disponer de recursos eficaces y a ser protegida en caso de violación de esos derechos.
A tales efectos, toda persona cuyos derechos o libertades hayan sido presuntamente violados tiene el derecho, bien por sí misma o por conducto de un representante legalmente autorizado, a presentar una denuncia ante una autoridad judicial independiente, imparcial y competente o cualquier otra autoridad establecida por la ley y a que esa denuncia sea examinada rápidamente en audiencia pública, y a obtener de esa autoridad una decisión, de conformidad con la ley, que disponga la reparación, incluida la indemnización que corresponda, cuando se hayan violado los derechos o libertades de esa persona, así como a obtener la ejecución de la eventual decisión y sentencia, todo ello sin demora indebida».
A los mismos efectos, toda persona tiene derecho, individual o colectivamente, entre otras cosas, a: Denunciar las políticas y acciones de los funcionarios y órganos gubernamentales en relación con violaciones de los derechos humanos y las libertades fundamentales mediante peticiones u otros medios adecuados ante las autoridades judiciales, administrativas o legislativas internas o ante cualquier otra autoridad competente prevista en el sistema jurídico del Estado, las cuales deben emitir su decisión sobre la denuncia sin demora indebida.
¿Pero cuántas veces denunciamos la violación DDHH con la que convivimos? ¿No nos parece suficiente ver a la misma persona más de cuatro años en la calle? Ofrecer y prestar asistencia letrada profesional u otro asesoramiento y asistencia pertinentes para defender los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Esto supone burocracia, desplazamientos que no pueden costearse, falta de información…
A los mismos efectos, toda persona tiene el derecho a dirigirse sin trabas, a los organismos internacionales que tengan competencia general o especial para recibir y examinar comunicaciones sobre cuestiones de derechos humanos y libertades fundamentales.
En el Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales, parte II artículo 3 dice:
Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a asegurar a los hombres y a las mujeres igual título a gozar de todos los derechos económicos, sociales y culturales enunciados en el presente Pacto.
Parece no ser suficiente… ¿Para qué tenemos tantas declaraciones, pactos y leyes que no somos capaces de cumplir? ¿Por qué no somos capaces de denunciar la situación infrahumana que vemos a diario? ¿Por qué nos alarmamos tanto con la violación de derechos fuera de España y la nuestra la normalizamos? ¿Acaso es incomparable cualquier tipo de violación de derechos humanos por accidente geográfico o político?
A Manuel, Said o Bea, les causa risa cuando les hablas de justicia, legalidad o equidad, saben lo que dices pero no tienen nada de esto que suena tan bien. Entre cartones o un recurso asistencialista donde parece que uno sobra o está de más, la cabeza, no da para pensar si se está haciendo justicia o no; se limita a sobrevivir.
Karroll G. Díaz